Tenía varios días con ganas de escribir sobre el tema. Quizá de tanto leer las tendencias del momento en Twitter, tal vez porque las noticias suelen ser una bofetada recurrente a nuestra honestidad de quince y último o simplemente una herramienta más en la guerra sucia de la política de nuestros países. La corrupción, bandera de tirios y troyanos, nos guste o no, está allí en el conversar cotidiano, es nuestra… nos pertenece, todos somos susceptibles de padecerla. Entonces, ¿Cómo abordarla desde una mirada diferente?
Corrupción
El origen de la palabra corrupción proviene del latín corruptĭo, corruptiōnis; a su vez del prefijo de intensidad com- y rumpere, romper. Según el diccionario de la RAE leo varios significados y resalto: “Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales” y “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.”
Sin duda la rockstar de todos los conceptos asociados a la palabra es: la Corrupción Política, la que se lleva todos los premios, esa que pone en primera plana, casi a diario, a una larga lista de países. Más allá de escándalos pretendidamente mediáticos o filtraciones en redes sociales, me preguntaba: ¿Cómo es que “somos” corruptos? ¿Qué nos ocurre que un día nos dejamos tomar por ese corruptĭo? y tal vez más relevante aún: ¿Qué podemos hacer para no contagiarnos con la corrupción y ayudar a que no siga expandiéndose en la sociedad?
Lo primero, no hay que engañarse. No será de un día para otro, ni ocurrirá porque salga un partido y llegue otro, mucho menos por decreto o porque una ley habilite una nueva infraestructura del Estado. Pero sí podemos y también debemos, comenzar hoy a hacernos cargo desde nuestros espacios y desde el más modesto esfuerzo, para que el contagio sea de un poderoso antídoto: la transparencia.
Actuemos en la casa y en espacios educativos. Nuestros niños y jóvenes son los principales portadores de una inagotable fuente de honestidad, de un amoroso sentido de legitimación y respeto por el otro. O ¿Cuántos niños vemos a diario comprando a un diputado o colocando a familiares en cargos públicos? Que ellos puedan aprender el respeto por las diferencias en la convivencia diaria, mitigará a los corruptos del futuro.
Cambiemos resignación e indiferencia por resolución. Si juzgamos que “no es posible que el corrupto rinda cuentas”, “así son las cosas en nuestro país” o peor aún, “no hay salida”, sólo alimentaremos la impunidad y validaremos al que corrompe. Cambiar lo que nos rodea, implica mucho aprendizaje, un nuevo nivel de conciencia individual y colectiva, pero también pasar a la acción.
Sin duda abordar la corrupción es mucho más complejo que este artículo, pero si lo que leíste aquí te desafía a reflexionar y actuar donde quiera que te encuentres, entonces, si eso es así, yo creo que hoy como sociedad estamos un poco más en el camino de la transparencia, confío en que lo lograremos.
Cierro con esta frase:
«En la negación de la legitimidad surge la conducta no ética, la corrupción, la falta de honestidad, la falta de transparencia, que tiene que ver con la cultura que vivimos, fundada en relaciones de dominación y sometimiento. Esa es la cultura que debemos abandonar«.
Humberto Maturana – Biólogo, Filósofo Chileno.
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Digital Marketing Manager en Orienteed. Consultor en Estrategias de Inbound Marketing y Comunicación Digital. Diseñador Web, especializado en Usabilidad y UXp. Coach Ontológico Profesional certificado. Ex Co-Fundador de Mauna Media.